Buscar sin parar, sin saber lo que buscar. Parece un absurdo, sin embargo somos muchos los que pasamos nuestros días así. He de reconocer que en mi caso ya no lo hago, esos días pasaron para mi, lo que no significa que no tenga mis retos ahora, la diferencia es que son conscientes.
Volviendo al tema, nos empeñamos de forma constante en estar ocupados, en buscar cosas que hacer, en mantenernos en movimiento, la pregunta es:
¿Para qué necesitamos esa actividad?
Todas las respuestas que se te acurran son correctas. Lo importante es que prestes atención a esas que rechazas, a esas sensaciones que no quieres sentir cuando piensas en contestar, ni que decir tiene la sensación de imaginarte contestándole esa alguien directamente.
¿Qué nombre le puedes poner a esas sensación?
Es posible que nunca te hayas parado a pensarlo, simplemente haces cosas, y cuando tienes un hueco en la agenda, enseguida lo llenas. Te invito a que por un momento reflexiones sobre ese para qué… Tememos tanto el silencio que nos volvemos adictos al ruido.
Realizar actividades de forma constante y en algunos casos, casi compulsiva. Actividades de todo tipo, con esto quiero decir que pueden llamarse habitualmente hobbies o deberes que cada uno tiene en su vida. ¿Dónde esta la diferencia entonces? Para mí la diferencia está en cómo gestionamos nuestros momentos de soledad.
Porque para mí esa es la clave, la soledad. Nos provoca miedo, inquietud, nerviosismo… Seguramente estás pensando que esto que acabo de escribir no tiene mucho sentido, todos sabemos estar solos con nosotros mismos, ¿no es así?
Soledad, ese es el punto clave:
¿Qué nos pasa con la soledad?
¿Qué te cuentas cuando estás solo?
Estas preguntas son importantes porque cuando estamos solos tenemos que hacer frente a nuestro YO. Esa es la prueba, si no te quieres, si no te aceptas, si no te conoces, no aguantarás estar a solas contigo y buscarás cualquier excusa para salir corriendo y escapar de esas sensaciones desagradables. Lo mas curioso de todo es que es ahí donde se encuentra ese tesoro que todos buscamos, nosotros tenemos todo lo necesario para sentirnos bien y plenos.
Nunca encontraremos fuera lo que nos falta dentro. Si no somos capaces de conocernos, de querernos y aceptarnos ¿Quién va a querer estar con nosotros? Si nosotros no queremos pasar tiempo con nosotros mismos, a solas, ¿cómo convencer a alguien para que lo haga?
Imagínate como una figura de arcilla, completa en su inicio, a la que la vida poco a poco le va haciendo que tenga algún golpe, provocando que la arcilla se hunda. Incluso la vida hace que por el camino pierda parte de la arcilla que tenía al principio. En ese momento es cuando no nos encontramos bien, nos sentimos incompletos, pensamos que nos falta algo, no queremos quedarnos solos con nosotros mismos y buscamos fuera algo que nos complete, que rellene esas zonas hundidas o que tape esos agujeros donde falta arcilla.
Al buscar fuera lo que encontramos es plastilina. Vamos poniendo plastilina allí donde necesitamos.
Y ahora tengo una pregunta ¿Qué pensáis que ocurre con la plastilina?
La plastilina se cae de donde la colocamos, antes o después vuelven a aparecer las partes hundidas y los agujeros, porque la plastilina no sirve para completar nuestra figura de arcilla, no es arcilla.
Con esto quiero decirte que no hay nada fuera que nos ayude a completarnos, el tesoro somos nosotros mismos, queriéndonos y aceptándonos tal y como somos según avanzamos en nuestra vida. No hay nada fuera que sirva para conseguir esto y nadie nos querrá ni podremos querer a alguien si primero no somos capaces de querernos a nosotros mismos. Eso de buscar la media naranja que nos complete es una mentira que solo nos hace dependientes, ¡somos naranjas completas!
Es sencillo, aunque lo sencillo suele ser casi siempre lo más difícil. Sólo se trata de saber quién somos. Para conseguirlo tenemos que mirar dentro de nosotros, tenemos que decidir poner luz en zonas que hasta ahora están en la sombra. Y si esas zonas no nos gustan, si tenemos la intuición de que no van a gustarnos… ¿Cuál es la solución? Decidir. De esta forma la elección es consciente, no miraremos, pero si sabremos que existen muchas áreas de mejora y que nosotros podemos decidir cuando trabajarlas, cuando estaremos preparados para hacerlo.
Para terminar te dejo unas preguntas que pueden ayudarte a poner algo de luz en esas decisiones:
¿Cuál es la necesidad que escondes con esa actividad excesiva?
He buscado una rueda de hámster para ilustrar como es para mi la vivencia del control.
Es algo que nunca se acaba, una rueda infinita que sólo trae a nuestro mundo desesperación, frustración, miedo e inseguridad.
Parece que estoy planteando el apocalipsis, podría ser, el apocalipsis como personas completas, como personas que se siente seguras de si mismas.
¿¿Dónde empieza esa rueda?? Buena pregunta verdad. Para mi empieza con el miedo…
Este miedo puede tener su origen en miles de cosas, la base es que sentimos que no tenemos los recursos suficientes para poder gestionar la situación.
El miedo nos lleva a la inseguridad, esta inseguridad hace que nos sintamos vulnerables, débiles ante lo que tenemos que afrontar.
Y es la inseguridad lo que nos lleva finalmente al control. Tenemos la creencia de que, si somos capaces de controlarlo todo, nos sentiremos seguros y no tendremos miedo.
¡¡¡Esa es la trampa de nuestro cerebro!!!
Es imposible controlar todos los factores de los que depende una situación. Stephen Covey lo explicaba muy bien cuando hablaba del Control Directo, Control Indirecto y Control Inexistente
Control Directo: Está involucrada nuestra propia conducta y podemos influir directamente en él.
Control Indirecto: Además de la nuestra, se mezclan aquí las conductas de otras personas sobre las que podemos intentar influir.
Control Inexistente: Situaciones sobre las que no tenemos ningún tipo de influencia.
Al no darnos cuenta de que hay situaciones sobre las que no tenemos ningún control, todo es frustración, enfado y estrés. Eso termina por volvernos esclavos del control.
Y esa esclavitud y lo que nos provoca, la traspasamos a quienes se relacionan con nosotros. Reflejamos nuestros miedos e inseguridades en ellos, intentando controlarlo todo en su vida, diciéndoles cómo, cuándo y por qué tienen que hacer las cosas… Sólo existe nuestra verdad, siempre tenemos la razón y discutimos cuando alguien no piensa como nosotros.
No sólo intentamos controlar nuestra vida, sino que también necesitamos controlar la vida del resto de personas con las que interactuamos, a través de nuestras propias interpretaciones sobre cómo pensamos que tienen que ser las cosas.
Recordad y os invito a reflexionar sobre esta frase de la que habla mucho en sus conferencias www.borjavilaseca.com :
“La realidad es neutra. La realidad es lo que es y lo que hacemos con ella es lo que somos nosotros”
¿Curioso esto ultimo verdad? Lo que somos nosotros es lo que intentamos que los demás sean también.
Lo vendemos como que nos preocupamos por ellos, como que nos importan, como una demostración de amor… La pena es que es mentira, eso si, con la disculpa de que ni nosotros mismos somos capaces de darnos cuenta de que estamos mintiendo, a los demás y a nosotros mismos.
Lo vendemos como ayuda, pero, ¿Qué ocurre cuando los otros no quieren la ayuda? ¿Qué ocurre cuando la gente hace cosas diferentes a cómo se lo hemos dicho nosotros?
Y ahí la rueda ya ha cogido velocidad, es difícil pararla y difícil ver el mundo fuera de ella. Difícil, pero no imposible.
Eso si, no pensemos que esto es gratis, para nada. Pagamos con la calidad de nuestras relaciones personales y profesionales, porque habrá mucha gente que, al sentirse manipulada por nosotros cuando intentamos que hagan las cosas como necesitamos, no quiera tenernos cerca, aunque se lo intentemos vender como que son ellos los que necesitan nuestras soluciones.
Pagamos con nuestra salud porque es una fuente de estrés enorme.
Pagamos un alto precio porque nos perdemos la vida intentando predecir y controlar cómo tiene que ser, y nos perdemos el presente intentando controlar el futuro.
¿Cuál es la salida de la rueda? Aceptar que no podemos controlarlo todo, confiar en nosotros mismos y en nuestros recursos y aprender de nuestros errores, buscar en nosotros lo que necesitamos. De esta forma la velocidad de la rueda disminuirá y podremos ver el mundo que nos rodea
Es de ahí de dónde salen las preguntas que os dejo para la reflexión:
¿Qué gano controlando todo?
¿Qué motivos hay detrás de nuestra necesidad de cambiar a los demás?
Parece algo extraño el proverbio, sin embargo, es real, muy real. Nada llega a nuestra vida si no lo estamos buscando, si no lo necesitamos, si no estamos preparados…
Esto último parece que lo hace algo más consciente, algo más racional, pero no lo es.
Cada uno de nosotros transitamos por la vida según nuestras creencias, según nuestras necesidades, según lo que hemos aprendido. Sin embargo, es algo bastante común que, en un momento determinado algo mueva las estructuras internas de la persona, ésta se plantee si todo lo aprendido hasta ese momento le sigue valiendo y necesite revisar su interior, porque las cosas ya no le provocan los mismos sentimientos y emociones que antes.
Ese momento puede estar relacionado con una enfermedad grave propia, con la pérdida inesperada de algún ser querido, con algún problema laboral, con algún problema económico… Existen muchas posibilidades para que algo provoque esta sensación, lo compartido es que, a partir de ese momento, la persona revisa su interior porque siente que necesita algo diferente.
Resulta sorprendente que los seres humanos necesitemos vivir sucesos traumáticos para llegar a replantearnos seriamente nuestro mundo interior. Es como si de alguna forma, necesitásemos llegar a un punto extremo de sufrimiento propio para llegar a valorar que algo tiene que cambiar en nuestro ser a partir de ese momento.
No siempre es necesario un suceso externo, quizá es suficiente el cansancio que nos provoca vivir como vivimos, que hace que suframos de forma constante, que no disfrutemos de lo que tenemos y que siempre nos lleve a buscar algo más, seguros de encontrar lo que nos va a dar esa paz y tranquilidad que llevamos buscando tanto tiempo.
Por último, esos “maestros” pueden ser personas con las que nos relacionamos o que aparecen en nuestra vida para enseñarnos áreas de mejora en nuestro interior. Pueden ser personas con las que ya nos relacionamos o que aparecen nuevas, lo que es claro es que despiertan algo nuevo en nuestro interior.
El “maestro” cuando aparece, provoca que las necesidades de cada persona cambien, que sus valores cambien, que sus creencias cambien. Si todo cambia en el interior, el exterior se adapta y todo cambia. No puede ser de otro modo, porque a partir de esas modificaciones que experimentamos en lo más profundo de nuestro ser, ya no somos los mismos, ya nada es igual.
Al relacionarnos con el mundo desde otro lugar, con necesidades y sentimientos diferentes, buscamos otras lecturas, otras conversaciones, otras personas, otras formas de relacionarnos, que nos provoquen sentimientos y emociones acordes con los cambios internos que han ocurrido.
Podemos darnos cuenta al volver a leer un libro y encontrarle un significado distinto, al escuchar de nuevo una canción que nos despierta emociones diferentes, al tener conversaciones que ya no nos satisfacen como antes.
Ahí es cuando entra en juego nuestro deseo de querer aprender. Al principio ese querer aprender es inconsciente, es mas la búsqueda de satisfacer la nueva necesidad que ha nacido en nuestro interior. Más adelante se vuelve en algo más consciente según vamos poniendo luz sobre esa parte interior hasta ahora desconocida. Esa es la clave, sentir que necesitamos algo nuevo, sentir curiosidad por otras cosas, esa curiosidad que nos lleva a la acción.
Cuando todo cambia a velocidad de vértigo, como la situación que ahora mismo tenemos en nuestras vidas, es más necesario que nunca querer aprender. José María Gasalla (www.gasalla.com), habla del círculo ADR:
Aprender – Desaprender – Reaprender
La humildad es la que nos ayuda a cuestionarnos lo útil, desde la necesidad de aprender para avanzar cuando sentimos que lo anterior ya no nos sirve. Aprender es cambio, si ese aprendizaje no lo provoca, es sólo conocimiento.
La humildad nos ayuda a entender que sólo depende de nosotros aprender de lo que nos sucede y a aceptar que lo anterior ya no nos sirve, siempre nos llega lo que necesitamos para crecer.